sábado, 18 de abril de 2009

Sacerdote Guerrero

Aqui os dejo la obra de Pedro Ramos coloreada por mi
Para verla en alta resolución clique aquí


viernes, 17 de abril de 2009

Elf head

Rescue Team

El Pirómano

Una figura solitaria andaba a paso lento por las oscuras calles vacías de un barrio viejo. Sus pisadas retumbaban por el eco entre los edificios. Iba ataviada con una gabardina de un color azul oscuro con detalles plateados que bordaban la prenda.  Su paso era lento y elegante, con una cierta sombra en su apariencia. Se paró al lado de un farol desgastado con la luz parpadeante y observó a su alrededor. Decenas de moradas le rodeaban, como pidiéndole auxilio. Parecían viejas y abandonadas, aunque puede que solo llevaran unos años construidas. Sabía que en el fondo de esos escombros vivía gente... Pobre, pero gente al fin y al cabo.

Un trueno se hizo oír a lo lejos, con un fuerte estruendo. Se acercaba una gran tormenta que sería difícil de aguantar. Volvió a mirar a su alrededor. Se fijó en la única vivienda donde parecía haber luz en su interior, reflejada levemente en la ventana. Con paso firme se acercó silenciosamente al lugar, dejando atrás la luz del farol que le iluminaba su rostro de chico, atraído por la curiosidad. Se subió a una caja vacía que había en el suelo girada para ver mejor. Allí dentro había una chica joven. Tenía el cabello oculto tras un pañuelo sucio y su cara estaba llena de hollín. Sus ojos marrones seguían pausadamente las palabras escritas en el libro que leía. Su boca se movía articulando los movimientos que parecían los de una lectura en voz alta. El chico sombrío se fijó, entre las tres letras que había pintadas de color blanco en la ventana, en la escena que había. La chica estaba contando un cuento a unos cinco niños delgados y con unos pantalones de rayas blancas y azules. Ellos observaban con mucho interés a la chica, que les echaba una mirada de vez en cuando. El chico bajó la vista, apartando esa escena de su mente, llena de recuerdos y añoranzas. Se bajó de la caja y volvió al lado del farol, alejándose de esa pobre gente.

En ese momento se oyó un silbato en la boca de la calle. El chico encapuchado se giró para ver que ocurría. Unos cinco soldados avanzaban hacia él con aspecto autoritario. Se pararon delante del farol. Llevaban unos uniformes verdes, con un logotipo extraño en el brazo. Tenían unos sombreros con una pequeña visera negra, con el mismo logotipo adornando su parte frontal. Sus pantalones eran marrones y llevaban unas botas de cuero marrones en los pies. Uno de ellos se le acercó, con la mano apoyada en su pistola, guardada en su funda atada al cinturón.

-Raus hier, wenn Sie nicht möchten, dass Probleme mit uns, Jude. – dijo, con sus ojos clavados en los verdes del chico, que estaba inmóvil y calmado.

El farol tintineaba, haciendo esfuerzos por mantenerse encendido. El chico no respondió, únicamente se metió las manos en los bolsillos de la gabardina y esperó. El soldado se lo tomó como una ofensa, y sacó la pistola, apuntándole. El chico no necesitó más, y se quitó la capucha, dejando al descubierto su rostro joven. Alzó un brazo, apuntando al agente con el dedo. Los demás rieron al ver a su compañero apuntando a un chico, que a su vez le apuntaba con el dedo. Para ellos podía resultar gracioso, pero para quien conociera al joven no lo sería tanto. El oficial perdió los nervios delante del chico que le ofendía y disparó sin contemplaciones. Cerró los ojos, esperando oír el ruido de su cuerpo al caer, pero ese ruido no se oyó nunca. Los abrió, y lo que vio le dejó sin habla. ¡El chico, usando su aliento, había derretido la bala antes de que impactara su cuerpo! El soldado dio un paso atrás, dominado por el miedo. Los demás no esperaron y salieron corriendo. El joven metió su mano en el bolsillo y sacó un pequeño objeto. Sonrió maliciosamente y empezó a correr hacia ellos. Cuando pasó por el lado del oficial paralizado accionó el objeto fugazmente. Una enorme llama rojiza salió de su pequeño orificio de salida, envolviendo en fuego al desprotegido hombre. Un grito de horror retumbó por la calle, y el oficial cayó al suelo, retorciéndose en llamas. Mientras seguía corriendo, desvió la mirada hacia el cuerpo ardiendo y sonrió. En carrera, él podía perfectamente con los soldados. En ese caso, a diferencia, ellos corrían más porque habían tirado las armas, haciéndoles más ligeros, y contando con la ventaja temporal. Pero el joven tenía recursos para todo, y acercó su objeto a sus piernas. Lo accionó y sus pies se volvieron de fuego de manera que, sin quemar sus ropajes, le ofrecía mucha más velocidad que ellos. Así les alcanzó antes de llegar a la esquina, pasando rápidamente por su lado y colocándose delante, antes de que llegaran. Ellos frenaron al ver a su atacante delante, pero era demasiado tarde. Otra llama, más grande que la anterior, salió del artilugio y les envolvió. Gritos de dolor llenaron los oídos del joven, pero sin afectarle. Sabía que esos bastardos se lo merecían, y no tuvo remordimiento por ello. Volvió otra vez al farol, dejando atrás los cuerpos chamuscados de los soldados, y guardando su objeto letal en el bolsillo de su gabardina azul oscuro. Se colocó la capucha y miró una vez más a su alrededor, antes de partir hacia Berlín. 

La muchacha y los niños le observaban atentamente con una mezcla de terror y admiración en sus ojos. Se colocó la capucha, ocultando su rostro de nuevo y se fue andando, dejando atrás a las ventanas con la palabra JEW pintada con odio y a esos soldados, con la estrella esvástica que adornaba sus ropajes hecha cenizas.

Holiday

Tales of the Minstrel


Dedicado a Cessa y Vladek

The man who lives on roofs

Ejércitos Warhammer:Nippon

Dedicado a Tlaxmundi:

domingo, 12 de abril de 2009

Skarsnik y Gobbla

Aqui os dejo a Skarsnik y Gobbla, mal recortados porque la camara esta pilla poco xD

8º en el Warhammer Contest

sábado, 11 de abril de 2009

Edanaac I

La Posada del Dragón de la Luna estaba en un completo silencio. Tenía todos los rasgos típicos de la arquitectura élfica, con marcos de puertas acabados en punta, techos altísimos y con arcos puntiagudos sujetando las vigas. Todo hecho de una madera blanca y fina como la seda, suave tejido de Cathay. Detrás de la barra habían unos estantes llenos de un vino élfico muy preciado. Las mesas, situadas al otro lado de la sala, eran cuadradas, con adornos en las sillas. Nada en ese ambiente de calma se había percatado de una sombra que entraba velozmente por la ventana.

Una vez dentro, miró a los lados por si había algún elfo escondido. Al comprobar que no, se adelantó hacia el marco de la entrada que conducía al exterior y buscó alguna mirada curiosa. Como las calles estaban vacías, el individuo avanzó otra vez hacia el interior. Llegó a las escaleras, que conducían a las habitaciones de los clientes, y subió los peldaños sin dejar sonar ningún sonido. Al llegar al rellano del piso superior se paró a escuchar, apartando un poco la capucha para que sus orejas picudas pudieran oír mejor. Lo único que pudo sentir fue el sonido del viento al pasar entre las puertas. El elfo sonrió para sí y retiró un poco su capa púrpura de delante de su armadura lacada, dejando ver dos dagas encorvadas, relucientes y con aspecto mortífero.

Siguió avanzando por el pasillo donde habían unas ocho puertas, donde descansaban los demás elfos. Al llegar a la última de la izquierda vio que había llegado. <>, se dijo, y acto seguido abrió sin hacer ruido la puerta de madera blanca.

*****

Edanaac ya había oído al asesino antes de que abriera la puerta, así que ya estaba preparado. Las suaves sábanas le tapaban su cuerpo protegido por un escudo de milicia ciudadana. Haciéndose el dormido, tenía el brazo izquierdo pegado al escudo y con el derecho sujetaba su hacha de leñador. De espaldas a su agresor, el elfo de Cracia lo tenía todo calculado, solo hacía falta esperar. En el momento previsto, una daga se clavó en el escudo, quedándose clavada profundamente en la dura madera.

Entonces Edanaac dio un salto y se puso en pie al lado de la cama. Antes de que el asesino de Naggaroth se diera cuenta de lo sucedido, un gran tajo le había arrebatado el otro arma de su brazo izquierdo, cortándoselo. Un alarido de dolor inundó la posada.

Cuando los demás elfos ulthuanos llegaron a la habitación, se encontraron con un alto elfo esbelto, con los ropajes de un león blanco, pero sin armadura, en pie con hacha en mano, preparado para cortarle la cabeza al otro, que estaba arrodillado ante él con la mano sobre su antebrazo opuesto. Era un asesino elfo oscuro, un traidor, y por ello debería haber sido matado antes. Pero el leñador no lo había hecho. Había algo que le había impedido hacerlo.

-¿Qué estabas buscando? – le preguntó Edanaac, con el rostro serio.

El asesino dudó, pero después alzo la vista de su brazo ensangrentado y habló:

-¿Qué haces tú aquí, en Caledor, cuando toda tu gente está combatiendo en el norte? – le dijo, y sonrió maléficamente.

-¡Eso no es asunto tuyo! ¡Responde a mi pregunta! – exclamó el alto elfo, apretando un poco más el mango con la mano.

Viendo que el asesino se negaba a colaborar, Edanaac posó la hoja de su hacha en el cuello de su adversario. Como seguía sin responder, apretó un poco más el arma, dejando un hilo de sangre escapar cuello abajo.

-Mi...Mi misión...Era encontrar el Cristal del Anochecer y traerlo de vuelta a su dueño... En Naggaroth. – dijo, con dificultad.

-Si tu amo estuviera realmente preocupado por el cristal –, empezó Edanaac – se habría preocupado en enviar a un asesino experto...Y no a un joven aprendiz como tú.

El elfo oscuro bajó la vista hacia el hacha que le oprimía el cuello, avergonzado. Después el leñador añadió:

-Si te gustaría saber donde está el cristal, que sepas que está a buen recaudo.

Un rugido potente invadió la estancia, provocando un murmullo entre los elfos que observaban la escena, seguido de un sonido de pisadas veloces que subían escaleras arriba. Los testigos tuvieron que apartarse rápidamente para dejar paso a un león. Era grande, fuerte y con la melena blanca que le caía a ambos lados del torso.

El asesino se fijó en una bolsa de cuero que llevaba el animal colgada en el lomo con un cinto. Entonces lo comprendió todo, aunque tarde. Deslumbrado, examinó con los ojos el animal. Antes de que su vista llegara a la cola, un corte fijo le llevó a los dominios de Morai-Heg.

Edanaac (Prólogo)

La lluvia caía en el Valle de los Llantos, donde reinaba un silencio sepulcral. Una gran llanura de hierba verde húmeda se extendía a lo largo de varios quilómetros y finalizaba en las Cavernas de las Escaleras del Dragón, donde empezaba una inmensa sierra de montañas afiladas como espadas. A lo largo de ese inmenso terreno deshabitado se proyectaba un sentimiento de tristeza y horror, reflejado por el cielo oscuro. Allí, dos siluetas corrían a toda prisa, como si les persiguiera un gran demonio. Eran elfos.

Uno de los dos, el mayor, llevaba ataviada una coraza reluciente que le cubría todo el pecho. Unos faldones azules con bordados dorados se dejaban caer por sus piernas y le cubrían las espinillas protegidas. Llevaba un yelmo acabado en punta y con grabados en sus bordes exteriores, con una pequeña obertura para dejar salir sus orejas picudas. Su brazo derecho sujetaba con fuerza un hacha de mango largo y con detalles de metal, para poder sujetarla en batalla con las dos manos. Pero lo que más llamaba la atención de su aspecto de guerrero, era una gran capa de piel clara y velluda. La piel de un león blanco.

El otro elfo, en cambio, no llevaba coraza alguna. Iba vestido con un jubón de cuero encima de unos ropajes blancos, que le bajaban cintura abajo, como el elfo guerrero. Su vestimenta era más de civil, y lo único que tenía de soldado era su hacha a dos manos, de leñador, con el mango de madera y el acero poco trabajado. Su fino cabello rubio le llegaba a los hombros, y bailaba al sonido del viento.

Detrás de ellos había un león de piel blanca con poca melena, una barba recogida con una trenza y su apariencia era juguetona. Era pequeño en comparación con los de su especie, pero eso se daba a su juventud, ya que de por si era más grande que los elfos. Lo que más resaltaba de su apariencia eran sus ojos azules, que seguían a los dos guerreros sin perderlos de vista. Llevaba una bolsa de cuero atada en su lomo con un cinto. El felino avanzaba a paso lento en comparación a su velocidad, pero no podía adelantar a su amo.

Siguieron corriendo un largo tramo, hasta que el elfo mayor se paró en seco y se giró. Su pose era seria y observaba con preocupación el horizonte que dejaban atrás. Le hizo un gesto al otro elfo para que descansara. El joven se dejó caer encima de una roca mientras respiraba con dificultad a causa de la humedad del ambiente. El león se quedó al lado de él y se tendió en la hierba mojada. El guerrero, en ese momento, hizo una mueca y apretó con fuerza el mango de su arma, furioso.

-Los druchii han llegado a las puertas de Tor Achare. – le anunció, con voz solemne y con rencor. Se giró lentamente hacia el otro elfo -. Llegó la hora de despedirse. Vete lejos, únete a las legiones de Fínubar, nuestro gran rey, y entrénate para ser un gran soldado, si es lo que quieres. Recuerda que en Cracia has aprendido muchas cosas sobre el bosque y la fuerza del espíritu leñador de nuestro pueblo; ahora solo te falta formarte de aquí.– dijo, y posó su mano sobre el pecho del muchacho. - Siento no poder completar tu entrenamiento militar, pero los demás me necesitan más que nunca.

-¡No! – replicó el joven, levantándose de un salto. – Mi deber está con mi gente, con mi pueblo. ¡No pienso huir cuando tú y los demás peleáis contra los traidores! ¡Puedo luchar!

El elfo guerrero puso su mano izquierda en la parte baja del mango de su hacha y se puso en actitud de ataque, esbelto y solemne. El otro, rápidamente, cogió su arma y la cogió de la misma forma que él. El mayor avanzó velozmente hacia el elfo, asestándole un duro golpe a su hacha. El joven se tambaleó un momento, pero luego se libró del contacto con el arma de su oponente y alzó bien alto la suya, preparado para darle un ataque con fuerza, con los brazos formando una uve. Pero su rival se retiró con una finta y le golpeó al vientre con el extremo inferior de la suya, adornado con una cabeza de león de plata. El golpe fue tan certero que el joven cayó al suelo de rodillas, dolorido y ensuciándose de barro. El guerrero lo miró fijamente a sus ojos llorosos de humillación.

-No estás listo, Edanaac. Algún día lo estarás, y entonces vendrás en mi ayuda cuando lo necesite.  – dijo únicamente el soldado, y se acercó al león blanco, que había estado observando la escena sin intervenir. – Cuida de él, Gahel. –le dijo suavemente al oído, susurrando las palabras adecuadas en élfico.

-No te vayas...Quiero luchar contigo...Padre...-dijo, alzándose con dificultad, sucio, mojado y con el hacha llena de barro.

-No levantes demasiado los brazos cuando ataques y limpia tu arma, pues es tu vida. – le dijo secamente, se giró y se fue corriendo hacia el norte, como si temiera cambiar de opinión, con el corazón en el puño.

Edanaac le intentó seguir, pero Gahel le cortó el paso. Sabía que no podría enfrentarse al león, ya que tenía sus órdenes y las seguiría hasta la muerte. Miró por encima del animal y vio que su padre corría hacia su destino. Así pues, el joven elfo se giró y, dejando atrás el monolito blanco que sobresalía por encima de las colinas, partió hacia el sur en busca del suyo. Dejando atrás, con las palabras de su padre retumbándole en los oídos, el monolito que ardía en llamas.

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Edanaac (Montaje para el concurso de la DDWARF)